“Vino a Él un leproso, rogándole; e hincada la rodilla, le dijo: Si quieres, puedes limpiarme. Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio. Y así que Él hubo hablado, al instante la lepra se fue de aquel, y quedó limpio. Entonces le encargó rigurosamente, y le despidió luego, y le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que Moisés mandó, para testimonio a ellos. Pero ido él, comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a Él de todas partes”
Marcos 1: 40-45.
Me gusta mucho como comienza este pasaje, porque este pasaje que se titula “JESÚS SANA A UN LEPROSO”, nos habla de que en ocasiones somos nosotros los que tenemos que ir en busca del milagro y creer en el milagro.
Me gusta mucho como comienza este pasaje porque comienza diciendo: “Vino a Él (a Jesucristo) un leproso”, vino Jesucristo un leproso. La razón última de casi todas las cosas se encuentra en venir a Cristo, en tener un encuentro con Cristo. Todas las cosas tienen un sentido cuando tenemos un encuentro con Cristo, es por eso que cuando él vino dijo: “Arrepentíos”, que es lo mismo que decir. “acercaos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, ese es el mensaje de Jesús. Entonces ¿qué dice?: “venid a mí”, dice: “dejad a los niños venir a mí”.
Entonces vino a Él un leproso. Todo tiene sentido cuando nos encontramos con Cristo.
Cuando estamos enfermos y nos encontramos con Cristo , todo tiene sentido; cuando estamos en una situación difícil y nos encontramos con Cristo, todo tiene sentido; cuando estamos en angustia y nos encontramos con Cristo, todo tiene sentido. El fin de todas las cosas, como dice Eclesiastés 12:13 es temer a Dios, encontrarnos con el Señor, tener una relación con Él; toda la vida se reduce a eso.
“Vino a Él un leproso”. La pregunta es: ¿tú y yo hemos venido a Cristo?, esa es la pregunta. Porque la Palabra de Dios habla abundantemente acerca de venir a Cristo, sobre de acercarnos a Dios. Por ejemplo, en Mateo capítulo 11 versículos 28 y 29, Jesucristo nos anima a acercarnos a Él para descansar, ¿Él qué dice?: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”
¿Qué dice el Señor?: “¿quieres el verdadero descanso? ven a mí. Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar”.
La Palabra nos enseña también que Dios el Padre y la propia Palabra, la Biblia, nos llevan a Jesucristo, ¿quieres ver dónde? en Juan capítulo 6 versículo 45 vemos cómo Dios el Padre y la Palabra nos llevan a Cristo, dice así: “Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí”. Este es el secreto, esta es la clave, oír al Padre, y ¿qué es oír al Padre? oír su voz, y ¿qué es oír su voz? oír su Palabra, ¿qué palabra? la Palabra escrita, la Biblia, cada vez que tú lees la Biblia, escuchas la voz de Dios, y la voz de Dios te lleva a Cristo.
Dice Romanos capítulo 10 versículo 17 que “la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”. Es por eso que es tan importante que la iglesia se levante y anuncie las virtudes de Aquel, 1 de Pedro 2:9: “que anunciemos las virtudes de Aquel que nos sacó de las tinieblas a su luz admirable”. Anunciar, anunciar, anunciar. ¿Sabes qué? yo escucho mucho la radio, y escucho algunos programas determinados de la radio secular, y me doy cuenta que en esos programas durante años se anuncia una empresa que se llama “los Fernández”, llevo años escuchando ese anuncio que tiene una musiquilla que cuando tú la escuchas se te queda pegada, ellos se dedican a las alfombras, utilizar una musiquilla que se te quede pegada es una técnica de la publicidad, lanzarte una música para que se te quede en la cabeza y no se te olvide el producto que anuncian. Yo durante años escucho que esos anuncios de estos Fernández, de esta empresa que se dedica a las alfombras suenan en distintas cadenas, yo sé cuánto dinero cuesta esa publicidad, yo sé lo que vale la publicidad en la radio, pero estos están todo el día sonando; y yo un día me preguntaba: ¿esta gente venderá tantas alfombras como para tan sólo sostener el gasto de la publicidad de la radio? y llegué a esta conclusión: sí, venden lo suficiente, ¿sabes por qué? porque no dejan de anunciarse, se anuncian y se anuncian, y como se anuncian tanto mucha gente les compra su producto.
El Señor dice que anunciemos las virtudes de Aquel que nos sacó de las tinieblas y nos llevó a su luz admirable. Entonces como cristianos que amamos a Cristo ¿qué haremos sino anunciar a Cristo? porque cuando anunciamos a Cristo, anunciamos a Cristo, anunciamos a Cristo, cada vez más gente lo va a escuchar, cada vez más gente va a tener fe, cada vez más gente lo va a conocer, va a tener un encuentro con él y va a ser salva; por eso la iglesia tiene que dedicar todas sus oraciones, todos sus recursos, todo su tiempo a anunciar a Jesucristo.
“Id por todo el mundo y predicad el evangelio”, anunciad el evangelio, predicar y anunciar es lo mismo, “haced discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. ¿Qué tenemos que hacer? anunciar, y ¿por medio de qué? por medio de la Palabra. ¿Usted se cree que el diablo se cansa de anunciar pecado, de anunciar maldad, de anunciar perversidad, de tentarnos, de probarnos, de hacernos la vida imposible? él no se cansa, él hace su trabajo, el diablo es lo peor pero también es un profesional en su trabajo, él es diligente con su trabajo.
Entonce ¿qué haremos nosotros que tenemos la verdad, tenemos a Jesucristo, hemos conocido esa verdad que nos hace libres? ¿qué haremos? Juan 8:32, si hemos conocido la verdad que nos hace libres, no podemos hacer otra cosa que anunciar aquella verdad para que muchos cuando escuchen esa verdad vengan a Cristo, como vino el leproso, como viniste tú o como vine yo cuando tenía 20 años recién cumplidos, que tremendo.
La Palabra habla mucho de que vengamos a Cristo y nuestra motivación es sólo esa, dice el Señor: “Mi comida y mi bebida es hacer la voluntad del Padre y terminar su obra”. La iglesia es el cuerpo de Cristo, la cabeza es Cristo, el fundamento es Cristo, la piedra angular es Cristo; entonces ¿qué haremos? ¿cual es el trabajo de la iglesia? hacer la voluntad del Padre y terminar su obra; es es la cuestión, eso es lo único que tenemos que hacer.
La Palabra nos invita continuamente a encontrarnos con Cristo, por ejemplo para saciarnos y calmar la sed de nuestra alma.
Lo vemos en Juan 7:37, un pasaje que se titula “Ríos de agua viva” y dice así: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”, ¿qué dice? VENGA A MÍ Y BEBA, es una invitación personal de Jesucristo a venir a Él, ¿en qué momento, en qué situación? cuando nuestra alma esté sedienta; ¿cual es el alma que está sedienta? el alma sin Dios es un alma sedienta; por eso ÉL nos invita que vayamos a Él, Él es la fuente de agua viva; hermano, si tú vas caminando por un desierto, llevas diez horas caminando por un desierto, bajo un sol de justicia, sin una cantimplora con agua, llevas diez horas caminando por entre las dunas y la arena, estás muerto de sed, te encuentras una fuente y pasa de largo y sigues, si no bebes no es culpa de la fuente, es culpa tuya. Los problemas del hombre no son problemas de Dios, Dios está ahí, Él dice: “Venid confiadamente al trono de la gracia, yo estoy aquí, yo soy el Padre, tengo gracia para darte, tengo riquezas para darte, tengo amor para darte, tengo todo para darte”, pero si no vamos a Él, si este leproso no hubiera ido a Cristo, él hubiera seguido con su lepra; pero él vino a Cristo.
Dice: “El que cree en mí, como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”, se estaba refiriendo al Espíritu Santo que recibirían todos los que creyeren en Él.
Me gusta mucho esta imagen de la sed, porque tú y yo entendemos muy bien tener sed y no tener agua cerca, recuerdo el domingo pasado cuando terminamos el culto que volvíamos de la iglesia mi familia y yo, dijo mi esposa que tenía mucha sed, mi hija también, dijo mi esposa que parásemos en una gasolinera a comprar agua, les dije: “podemos parar pero si aguantamos sólo cinco minutos, llegaremos a casa, beberemos agua y nos quitaremos esta sed tremenda que tenemos, sólo va a ser aguantar cinco minutos más”, ¿sabes qué? el alma del mundo tiene tanta sed que se para a beber en cualquier lugar y paga el precio que no puede pagar con tal de apagar esa sed, pero te das cuenta que esa sed nunca se apaga salvo cuando vas a tu casa a beber, a la casa del Padre, cuando te acercas y vienes a Jesucristo y además es gratis.
Me gusta mucho esta imagen de la sed porque tú y yo lo entendemos muy bien y cuando aplicamos este concepto al alma, podemos llegar a tener una cierta conciencia de lo que significa que nuestra alma está sedienta; por ejemplo, en Salmos 42:1-3: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?”. ¿Quieres que la sed de tu alma se sacie de una vez y para siempre? ven a Cristo, dile: “Señor, tengo sed de ti, Señor, tengo sed de Dios, Señor, tengo hambre de ti, Señor, tengo hambre del pan que tú das,, Señor, necesito tu luz en medio de la oscuridad, Señor, necesito pasar por tu puerta de la salvación, Señor, tengo sed y vengo a ti”.
El profeta Isaías 55:1 dice: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche”, ¿qué dice? VENID, VENID, VENID, ¿qué dice Jesucristo? VENID, VENID, VENID.
Yo quiero pensar que este leproso del que estamos hablando hoy en Marcos 1:40-45, tenía muy bien aprendida esta enseñanza de Dios; yo estoy seguro que es leproso conocía Salmos 43:1-2, estoy convencido que él tenía el conocimiento, pero no sabía a donde dirigirse, hasta antes de que apareciera Cristo, no había algo así tal como acercarse a Dios en persona, pero cuando Cristo vino, el leproso se acercó a Él, vino a Cristo.
Marcos 1:40: “Vino a Él un leproso”. La Palabra nos enseña a venir a Cristo, a encontrarnos con Cristo, a tener una relación con Cristo.
También en Apocalipsis 22:17 dice: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. Está hablando del Espíritu Santo y de la Esposa que es la iglesia, y tanto la iglesia como el Espíritu Santo dicen: VEN, ¿a quién le dicen “ven”? a Jesucristo, ven porque yo quiero ir a ti como el leproso vino a Él.
La Biblia también nos enseña que podemos venir a Cristo para ganarlo todo. Lucas 14:26 dice: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y a su madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.” Cuando lees estas palabras sientes un poco de angustia pensando: ¿cómo yo aborreceré a mi familia? ¿cómo yo aborreceré mis cosas, mis propiedades?, aquí el término aborrecer viene a significar que no le puedes dar tanta importancia a las cosas como la importancia que le das a Dios, es decir, Dios tiene que ser lo más importante, Dios tiene que ser el número uno en tu vida, tiene que ser el que lo llene todo, dice la Biblia: “Para que sea el todo en todos”, Dios tiene que ser el todo en todos. Cuando lo perdemos todo lo ganamos todo, ahí lo vemos en Job, Job lo perdió todo aparentemente para los hombres, pero no perdió lo más importante, él siempre retuvo a Dios, él dijo “vine sin nada, me iré sin nada, bendito sea Dios”, y cuando su esposa le reprochó diciéndole: “reniega ya de Dios, ¿no ves en qué condición estás? reniega ya de Dios y muérete”, él dijo :”cuando nos va bien le damos la gloria a Dios y cuando nos va mal no se la vamos a dar?. Job perdió todo, sus propiedades, sus hijos, su familia, su ganado, su reputación, su salud, pero hubo algo que no perdió, a Dios, y aunque lo perdió todo, lo ganó todo. Dice el Señor: “Si alguno viene a mí, y no aborrece todo lo que trae con él, si alguno viene a mí para compartirme con los demás, si alguno viene a mí para darme el mismo lugar que le da a las demás cosas, mejor no venga. Yo tengo que ser el número uno, el todo en todos, yo tengo que llenarlo todo, yo tengo que ser el centro de tu vida, el enfoque de tu vida, el referente de tu vida”. Así que, ven a Cristo para ganarlo todo, aunque aparentemente lo hayas perdido todo.
También hay que venir a Cristo para hacer milagros sobrenaturales, como viene descrito en Mateo 14:28-29, ahí dice cómo hemos de venir a Cristo para que se produzcan milagros sobrenaturales, dice: “Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres Tú, manada que yo vaya a ti sobre las aguas. Y Él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.” A veces la única manera de ir a Jesús, es de una manera sobrenatural. El Señor Jesús extendió su VEN. Verdaderamente Pedro no caminó sobre las aguas, Pedro caminó sobre el VEN, el VEN fue una especie de alfombra poderosa que el Señor creó con su voz y que extendió por encima de las olas del mar para que Pedro anduviera desde la barca hasta Él.
Para obtener milagros sobrenaturales tenemos que venir a Cristo.
A veces para venir a Cristo, le tenemos que decir: “Señor, ven Tú primero porque yo no puedo, haz Tú lo posible para que yo pueda ir a ti”, entonces el Señor extenderá. Me acuerdo del pasaje del ciego Bartimeo, un hombre entre la multitud sentado en la cuneta de un camino tragando polvo, un hombre ciego que escuchó que Jesucristo estaba cerca de donde él estaba, se levantó y dijo: “Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí”. El ciego no podía ir hasta donde estaba Jesús, primero porque no sabía donde estaba, sabía que estaba cerca, pero fundamentalmente él no podía ir donde estaba Jesús porque él no veía; pero él gritó tanto, que Jesucristo dijo: “Traédmelo”.
Cuando el Señor ve el amor que hay en tu corazón, la pasión que hay en tu corazón por encontrarte con Él, cuando el Señor ve el anhelo, el deseo que hay en ti de encontrarte con Él, si tú estás impedido de alguna manera, Él va a habilitar los caminos, los medios, los recursos, los canales, lo que sea necesario para que tú te acerques a Él; finalmente el ciego, siendo ciego, sin poder acercarse personalmente por sus propios medios hacia Él, se vio delante de Jesucristo. Y ¿qué le dijo? “¿Qué quieres que te haga, Bartimeo?, Bartimeo contestó: Que recobre la vista”, y le devolvió la vista, ¿por qué? porque se acercó a Cristo, aun sin poder buscó las maneras para poder acercarse a Cristo.
En el milagro al paralítico vemos cómo sus cuatro amigos lo acercaron a Jesucristo, él no podía por sus propios medios, él no podía venir a Cristo, pero Dios en su gracia, en su misericordia provocó en el corazón de sus amigos que lo tomaran, lo cargaran y lo llevaran, finalmente el paralítico sin poder caminar estaba delante de la presencia de Jesucristo aun en medio de la multitud que lo impedía. ¿Cuánta gente no había fuera de la casa que hubiera dado lo que fuera, hubiera dado todo el oro del mundo por estar delante de Jesús, y estando sobre sus piernas, sin ser paralíticos, se vieron obstruidos por la multitud que llenaba la casa y sin embargo el paralítico terminó delante de Jesús? El paralítico vino a Jesús, y Jesús no sólo le sanó sino que también le salvó.
Evidentemente para recibir salvación hay que venir a Jesús.
Juan 4:28-30: “Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo? Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a Él”.
Esta es la mujer samaritana, una mujer aborrecida, denostada, considerada una fulana, una mujer de mala vida en el pueblo, en Sicar, donde ella vivía, en Samaria; pero ella tuvo un encuentro con Cristo, y el Señor la levanta como evangelista, la restaura, la sana y ella vuelve a Sicar, a su pueblo.
Dice que ella le comienza a hablar a los hombres. ¿Tú sabes lo que significaba en ese tiempo que una mujer como esta le hablara a los hombres? eso le podía costar hasta la vida a esa mujer, pero ella llega a Sicar transformada, renovada, restaurada, perdonada, nacida de nuevo porque había tenido un encuentro con Cristo, y el Señor, después de restaurarla, de levantarla, de salvarla, le concede un ministerio, le concede un llamado y la levanta como evangelista.
Dice que ella se va a su pueblo a anunciar a aquel que la ha salvado, la ha limpiado, la ha restaurado.
Dice que ella dio un mensaje muy cortito, dice: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?” Fíjate que mensaje tan corto, no contiene nada de teología, ni de religiosidad, ¿qué fue lo único que dijo? “He conocido al Mesías, he tenido un encuentro con Él y os lo vengo a anunciar”.
Ahora la pregunta es: aquellos hombres de Sicar ¿creyeron a la mujer por lo que les habló o por cómo les habló? porque en esto hay una tremenda diferencia. Tú puedes hablar teóricamente de Cristo a mucha gente, puedes hablar teología a mucha gente, puedes leer muchos libros acerca de Jesucristo, pero si no le conoces va a ser un poco difícil y un poco complicado que transmitas algo de Jesucristo.
La samaritana en este corto mensaje ¿convenció a aquellos hombres para que se encontraran y fueran a Cristo por lo que dijo o por cómo lo dijo? Estoy convencido de que cuando esta mujer pronunció estas palabras tan cortas: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo?” Estoy convencido que de esas palabras brotó el Espíritu Santo y tocó el corazón de aquellos hombres de tal manera que ellos ya no veían a la mujer que veían antes, sino que veían a alguien que Dios había enviado para que se encontraran con Él.
Dice: “Entonces salieron de la ciudad y vinieron a Él” ¿para qué? para salvación. La samaritana había sido salvada, había sido restaurada, nacida de nuevo, cumplió con su misión.
Que tremendo es cuando somos capaces de llevar a la gente a Cristo, de hablarles a la gente de tal manera en el Espíritu que la gente tenga deseos de ir a Cristo.
Versículo 40 dice: “Entonces vinieron los samaritanos a Él y le rogaron que se quedase con ellos, y se quedó allí dos días, y creyeron mucho más por la palabra de Él; y le decían a la samaritana: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente este es el salvador del mundo, el Cristo”.
Mira que importante, tú y yo tenemos un encuentro con Cristo, somos llenos del Espíritu Santo, conocemos a Cristo, tenemos una relación con Él, y ahora vamos a hablarle de Cristo a alguien que no lo conoce, pero por medio de cómo hablamos en el Espíritu, el Espíritu toca el corazón de esa persona, y en esa persona nace la curiosidad eterna de conocer a Dios; entonces esa persona camina hacia Cristo, le busca, se encuentra con Él y cuando lo conoce viene y te dice:”Tú fuiste quien despertaste mi interés, mi curiosidad por Jesús, pero ahora ya lo he conocido”, ¿hay algo más satisfactorio para un hombre o una mujer que ama a Cristo, que anunciar a Cristo a otros, que estos otros encuentren al Señor y sean salvos?
Venimos a Cristo para salvación, aquí lo hemos visto en este pasaje de la samaritana, pero también venimos a Cristo muchas veces para encontrar consuelo, porque tú y yo somos hombres y mujeres con sentimientos, con emociones, no somos robots y a veces tenemos nuestros momentos donde necesitamos un hombro en el que apoyarnos, y no hay mejor hombro en el que apoyarse que el hombro de Jesús.
Juan 11:28-29, Jesús llora ante la tumba de Lázaro: “Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a Él”, ¿a qué vino la hermana de Lázaro? a Cristo, a desahogarse, a encontrar consuelo. Ella sabía que en Cristo encontraría el consuelo. Ella vino a Él en cuanto se enteró que Cristo estaba allí.
¿Necesitas consuelo? Acércate a Cristo. ¿Estás afligido? Acércate a Cristo. ¿Estás angustiado? Acércate a Cristo.
¿Para qué más tenemos que venir a Cristo? Para reconciliarnos con el padre.
Juan 14:6: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida, nadie viene al Padre sino por mí”. Si tú quieres acercarte al Padre, primero tienes que venir a Cristo, porque nadie viene al Padre sino por Cristo.
Acércate a cristo, ven a Cristo para que Cristo te lleve al Padre, del mismo modo que el Espíritu Santo te lleve a Cristo. “Nadie viene al Padre sino por mí”. Para venir al Padre antes hay que venir a Cristo, y entonces ahí se producirá ese glorioso momento en el que nuestras rebeliones, nuestra rebeldía, nuestros pecados serán perdonados, seremos lavados con la sangre de Cristo y nos reconciliaremos con el Padre y recuperaremos su paternidad, ¿por qué? porque hemos venido a Cristo y Cristo nos ha llevado al Padre.
¿Para qué más tenemos que venir a Cristo? Para comer el pan de vida.
Juan 6:35: “Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”, estamos hablando hoy del leproso, que vino a Cristo a sanarse, estamos aprendiendo de cómo la Palabra nos enseña que cuando venimos a Cristo todas las cosas tienen sentido. Vienes a Cristo y comes el pan de vida. El Señor dijo a un grupo de judíos que le seguían: “Vosotros, en el desierto, cuando estabais con Moisés comíais el maná que caía del cielo, y ese maná lo único que hacía era saciar vuestras necesidades de alimentación física, pero yo soy el pan que de verdad tenéis que comer para nunca jamás tener hambre”. “Yo soy el pan de vida, el que a mí viene, nunca tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.
¿Para qué más venimos delante del Señor? Juan 6:37 dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y el que a mí viene, no lo echo fuera”. Cuando venimos a Cristo, no somos expulsados de la eternidad, no somos desposeídos de la salvación, no somos apartados de la gracia. Dice el Señor: “El que a mí viene, no lo echo fuera” Fíjate que glorioso y que precioso es esto: Él no te pide ninguna condición para que vengas a Él, no te pone condiciones, no dice que vengas de una manera o de otra, Él no pone límites, dice: EL QUE A MÍ VIENE, NO LO ECHO FUERA. No importa cómo vengas, lo importante es que vengas a Cristo. No importa cómo fue tu pasado, lo importante es que vengas a Cristo. No importa si pecaste hasta las trancas hace diez minutos, ven a Cristo, porque Él no te va a echar fuera.
Una de las trampas que utiliza el diablo es tratar de convencerte de que fuiste tan malo, de que cometiste tantos pecados que el Señor te va a rechazar, mentira. EL QUE A MÍ VIENE, NO LO ECHO FUERA.
Este es el milagro del leproso.
Él vino a Jesucristo. Dice que vino rogándole, dice que vino postrándose delante de Él, y lo más importante, el leproso agradó a Cristo con su fe, porque le dijo: “si quieres, puedes sanarme”.
Esta es una expresión que denota una profunda fe en aquel hombre enfermo, “si quieres, puedes sanarme”. Fíjate que no le dijo: “¿puedes sanarme?”, no, él ya sabía que Jesús le podía sanar, porque él sabía que Jesús era Dios, el Todopoderoso y que Él podía hacer lo que quisiera, él ya lo sabía, la pregunta no era: “si puedes, sáname” , sino: “como sé que me puedes sanar, ahora lo único que falta es que quieras sanarme, que esté en tu voluntad sanarme”. Y ¿sabes lo que pasó? que esa fe le agradó a Dios, porque lo que más le agrada a Dios es la fe, “sin fe, es imposible agradar a Dios”. Y lo que más desagrada a Dios es los corazones duros, los corazones que no creen. A Dios le agrada tanto la fe, como le desagrada la falta de fe.
Lo vemos en el milagro del hombre de la mano seca, el Señor se enojó viendo la dureza de los corazones de aquellos religiosos, que les importaba más guardar la ley que aquel hombre tuviera una oportunidad de tener su mano sana. Dice que el Señor vio sus corazones tan endurecidos que se enojó. La falta de fe le enoja tanto a Dios, como le agrada la fe.
Y ¿qué hizo el Señor con el leproso? le tocó y le sanó, y además en una sanidad genesthai, una sanidad instantánea, en el griego hay hasta siete verbos que significan sanar. Genesthai, de donde viene también la palabra Génesis, es una sanidad instantánea, al leproso lo sanó genesthai, de inmediato se le quitó la lepra.
Del mismo modo ocurrió con el paralítico en el lago de Betesda, lo sanó genesthai. Dijo: “Para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad para perdonar pecados, a ti te digo: Levánte y anda, toma tu camilla y vete a tu casa” y el paralítico genesthai, sanó inmediatamente.
El procedimiento más lento que Dios utiliza para sanarnos es el “Therapeo”, otro verbo que significa “sanar” en el griego, de ahí viene la palabra “terapia”. Por ejemplo, a María Magdalena la libró de siete demonios, pero no la libró inmediatamente, fue un “Therapeo”, una “terapia”, durante el tiempo la fue librando, la fue sanando, por eso María Magdalena amaba tanto al Señor, por eso ella padeció tanto su muerte, porque pensó que no iba a volver, por eso el Señor le dio el privilegio de ser la primera en verlo resucitado; el Señor conocía su corazón. El Señor resucitó y se reveló en primer lugar a las mujeres.
Le agradó al Señor la fe del leproso. “Si quieres, puedes limpiarme”. “Señor, si Tú quieres me puedes dar una esposa. Señor, si Tú quieres me puedes dar un trabajo. Señor, si tú quieres, por favor, derrama de tu gracia y mejora mi economía. Señor, si tú quieres…” No pongas en duda el poder de Dios, Él es el Shadai, el Todopoderoso, Él puede hacer lo que quiera. Él ha creado el mundo ¿no va a crear un trabajo para ti? ¿ no te va a sanar? ¿no va a restaurar tu vida? Él puede hacer lo que quiera. Por eso a Jesús le agradó la fe del leproso.
“Si quieres, puedes limpiarme”. Amén.